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lunes, 26 de enero de 2009

El Recuerdo



Cuando abrieron los portones de la cárcel, siniestra y tenebrosa como una sombra alargada, sintió pánico. El horizonte abierto ante sus ojos resultaba vertiginoso. La vista se le nublaba, una náusea le subía por el estómago y las piernas le flaqueaban. Había entrado siendo un niño y salía convertido en un hombre envejecido: eso hace de los seres humanos la humedad insoportable de una celda, los golpes recibidos, la soledad de un cielo cortado por barrotes, la hambruna de los primeros años –cuando arrastrando su boca por el suelo en busca de musgo y hierbajos entre las rendijas de las baldosas casi pierde la esperanza- y la minúscula dimensión de un patio, imposible de resistir para un alma libre, para cualquiera que sólo pretenda vivir. Le preguntan estos días a Marcos Ana, el preso que más año estuvo encarcelado durante el franquismo -23, 16 de ellos en el penal de Burgos-, qué siente, qué recuerda. Y está bien que así sea, no vaya a resultar que no contándolo se olvide. Y una cosa así no puede ser pasto de la desmemoria. Marcos Ana suspira, se le humedecen los ojos, el cansancio aflora en su rostro, y recuerda. Recuerda la incomunicación, las palizas, el hacinamiento, la inmensa soledad y el hambre. Recuerda la inquebrantable tristeza del patio en el que giraban los hombres sin descanso y las lágrimas en la celda y los gritos desgarradores de los compañeros y la terrible espera antes de una saca y el ruido de los disparos al alba. Recuerda también el primer poema a la luz de un candil: esas palabras que él aún no sabía, le harían tan libre. Recuerda el día en que decidió dejar de ser Fernando Macarro para convertirse en Marcos Ana, en homenaje a sus padres, y las primeras obras de teatro en la noche, alerta por si se acercaba un carcelero, y su nombre, Marcos Ana, dando la vuelta al mundo en boca de Neruda o de Alberti; su nombre que era el de todos los presos, su nombre que era un símbolo de libertad, de lucha y de vida. Le preguntan ahora, 70 años después, qué siente, qué recuerda. Lo dejó escrito:
Mi pecado es terrible: quise llenar de estrellas el corazón del hombre. Por eso, aquí, entre rejas, en veintidós inviernos perdí mis primaveras. Preso desde mi infancia y a muerte mi condena, mis ojos van secando su luz contra las piedras. Más no hay sombra vengadora corriendo por mis venas. ¡España! es sólo el grito de mi dolor que sueña…


Rodrigo Pérez Barredo
Diario de Burgos. 25 de julio de 2006

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionante la historia de Marcos Ana. Magníficos sus poemas y espléndido este comentario. Es necesario que no se olvide. ¡Salud!

Carmela dijo...

En el perfil del hombre y del poeta ... en su historia se reflejan las vidas cercenadas , los mutilados de guerra, los exiliados ...los que con su idealismo lucharon por la república.
Marcos Ana y su obra nos permiten fundamentar la validez y la importancia de la memoria histórica.

Carmela dijo...

"Hay que hacer nudos al alma,
dejar huellas en las rocas,
esconder la espuma , el junco,
la breve luz de las hojas
donde la luna se duerme...
¡Ser ascua vertiginosa...
piedra viva, monte y río,
corazón de cada cosa!"- Marcos Ana-

Este sentido poema :"Romance : Para las doce menos cuarto - Noche vieja en la cárcel -" lo recitaba
mi padre hace muchos años ... en el exilio.